La agricultura de conservación es un sistema de cultivo que promueve una alteración mínima del suelo (es decir, sin laboreo), el mantenimiento de una cubierta permanente del suelo y la diversificación de las especies vegetales. Mejora la biodiversidad y los procesos biológicos naturales por encima y por debajo de la superficie del suelo. Todo ello contribuye a una mayor eficiencia en el uso del agua y los nutrientes y conduce a una producción de cultivos mejorada y sostenida.

Uno de los mayores beneficios del glifosato es su capacidad para fomentar suelos más sanos al reducir la necesidad de laboreo (o arado). La posibilidad de cultivar con una fase de laboreo reducida o nula (arado) mediante el uso del glifosato tendrá, por tanto, dos consecuencias medioambientales positivas:

Secuestro de carbono: el carbono se almacena en el suelo en lugar de liberarse con la laboreo

Protección de la fertilidad del suelo: el suelo puede retener mayores niveles de agua y humedad.

Los herbicidas a base de glifosato permiten a los agricultores dejar el suelo intacto mientras los residuos de la cosecha del año anterior o la materia orgánica permanecen en la superficie del suelo. Esto aumenta significativamente la cantidad de nutrientes y microbios en el suelo. Además de crear un entorno próspero para las raíces de las plantas, se ha demostrado que el uso de prácticas de laboreo cero y de laboreo reducido disminuyen la erosión del suelo entre un 60 y un 90%.