Los procesos de tratamiento del agua en la UE se aplican de forma rutinaria al agua bruta (por ejemplo, extraída de ríos o aguas subterráneas) destinada al suministro de agua potable.
La combinación exacta de métodos utilizados suele adaptarse a la fuente de agua para garantizar los más altos niveles de calidad.

Los proveedores de agua controlan minuciosamente los procesos de tratamiento, lo que permite optimizar las diferentes fases y garantizar el cumplimiento de las normas de calidad en los hogares de los consumidores.

En el caso de la producción de agua potable, la mayor parte del agua bruta se somete a desinfección. El 99,9% del agua bruta extraída directamente de las aguas superficiales se desinfecta (a modo de ejemplo, mediante desinfección con cloro) para eliminar las trazas de sustancias químicas de diverso origen potencial (incluidos los productos agroquímicos) y así garantizar que las sustancias estén por debajo de los valores umbral exigidos.

Lo mismo ocurre con el glifosato y su metabolito AMPA, que se degradan muy fácilmente con los métodos de desinfección habituales (en particular, la cloración).

* el ácido aminometilfosfónico (AMPA) es el principal metabolito del glifosato