El uso del glifosato ha facilitado el cambio de las prácticas agrícolas. Al controlar un amplio espectro de malas hierbas, incluido todo su sistema radicular, el glifosato ha eliminado o reducido la necesidad de arar los suelos. Estas prácticas de laboreo reducido permiten a los agricultores plantar las semillas de los cultivos directamente en los rastrojos.

Un gran porcentaje de las tierras cultivadas en Europa tiende a la erosión del suelo y las prácticas de alteración mínima del suelo son alternativas sostenibles que ayudan a proteger el suelo de la degradación y a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y el consumo de energía. Son varios los cultivos importantes en Europa que se gestionan fundamentalmente con estas prácticas en combinación con productos a base de glifosato, lo que convierte al glifosato en una herramienta importante para los agricultores a la hora de aplicar prácticas de conservación del suelo.

La formación para un uso responsable impartida por los servicios de extensión y por la industria desempeña un papel importante en el asesoramiento y la formación de los agricultores en materia de mejores prácticas. Además, un elemento crucial de la administración de productos es el desarrollo de instrucciones claras en la etiqueta que indiquen las medidas para reducir los riesgos de contaminación del agua.

El Código Internacional de Conducta para la Distribución y Utilización de Fitosanitarios de la FAO/OMS establece los principios de administración de productos necesarios para proteger la salud humana y el medioambiente, al tiempo que se mejora la productividad, la sostenibilidad y los medios de vida de los agricultores.