Existen nuevas tecnologías que captan datos sobre el estado del suelo a distancia, analizan las imágenes digitales que producen y utilizan esta información para identificar la necesidad de herbicidas o fertilizantes en puntos concretos del campo que están observando.

La gran ventaja de estas tecnologías es que son muy precisas y no interfieren en el terreno, y, al mismo tiempo, permiten un tratamiento localizado para controlar las malas hierbas que, de otro modo, amenazarían el acceso de los cultivos plantados a los nutrientes, el agua y la luz solar, lo que en última instancia repercutiría en la productividad de la zona cultivada.

La posibilidad de identificar los focos infestados y de analizar la densidad de las malas hierbas y las especies que las componen, hace que la aplicación de herbicidas se reduzca a lo que realmente se necesita para que los cultivos prosperen. Todo ello, junto con la capacidad del glifosato para controlar las malas hierbas durante mucho tiempo, puede suponer una reducción del uso de fitosanitarios de hasta el 90%.