Es habitual que los cultivos contengan cantidades muy pequeñas (trazas) de elementos que se utilizan o están presentes en el entorno en el que se cultivan. Gracias a los continuos avances tecnológicos, los expertos son capaces de detectar ciertas sustancias en unidades tan pequeñas como la milmillonésima parte de un gramo. Para contextualizar, una milmillonésima parte de un gramo sería el equivalente a una gota de agua en una piscina olímpica. Todos estos avances brindan a los científicos una gran confianza en su capacidad para garantizar la seguridad de los alimentos.

Respecto a de los residuos de fitosanitarios en los alimentos, las autoridades reguladoras aplican normas estrictas. Los límites de exposición diaria que establecen la EPA en EE.UU. y la EFSA tienen que ser al menos 100 veces inferiores a los niveles que han probado no tener efectos negativos en los estudios en materia de seguridad.

Los niveles que a veces se encuentran en los alimentos son increíblemente pequeños y no se acercan a los umbrales que deberían preocuparnos.

De hecho, incluso si comiésemos la cifra imposible de 450 cajas de cereales de desayuno cada 24 horas durante el resto de nuestras vidas, seguiríamos estando en un nivel de exposición al glifosato considerado seguro por la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria.