El suelo es el depositario de la biodiversidad y de los componentes naturales necesarios para la producción agrícola. Además, sirve de sumidero de carbono, en el sentido de que el suelo almacena dióxido de carbono y evita su liberación en el aire (emisiones de carbono).

Un estudio publicado por el Centro Común de Investigación de la UE a finales de agosto de 2020 vaticina que la erosión global del suelo podría aumentar un 66% entre 2020 y 2070 si las prácticas agrícolas siguen siendo las mismas y no se aplican políticas adicionales para limitar el calentamiento global.

Cuanto menos se manipule el suelo, mejor podrá comportarse como sumidero de carbono y maximizar el hábitat protegido de la biodiversidad. Las prácticas agrícolas como la agricultura de conservación y el no laboreo, que minimizan la alteración del suelo y evitan su erosión, deberían adoptarse de una forma más general.